lunes, 13 de julio de 2015

Aceptando lo inaceptable


Más de uno me podrá achacar que, como matemático confeso que soy, me deje los temas lingüísticos para aquellos que controlen más los asuntos literarios, pero, en contra de lo que muchos piensan, las ciencias y las letras no están en absoluto enfrentadas. Para muestra un botón, este humilde servidor que, si bien profesionalmente se gana las lentejas gracias a números, algoritmos y raíces cuadradas varias, es un ferviente defensor del buen escribir y que, no en vano, hace lo posible por sustentar este pequeño rincón virtual a base de ensayos de calidad discutible.
Es por esto que me siento en pleno derecho de emitir una enérgica crítica contra una institución que, por otra parte, admiro y respeto como es la Real Academia Española. Cada año surgen inevitables polémicas cuando llega una nueva hornada de vocablos nuevos, pero no va por ahí mi indignación. Soy perfectamente consciente de que la humanidad avanza, la tecnología también, las modas cambian y nuestro lenguaje debe adaptarse a los nuevos tiempos. No tendría sentido, por ejemplo, que a día de hoy la RAE no aceptara términos como Internet o móvil. Es cierto que en ocasiones se cuelan vocablos demasiado precipitados y que no han llegado a ser tan aceptados como para que su inclusión no genere polémica, pero bueno, este punto lo puedo perdonar.
Lo que no me siento en disposición de indultar es cuando, por el frecuente mal uso dado desde el populacho, se aceptan como válidas palabras, conjugaciones o expresiones que anteriormente se consideraban errores gramaticales o sintácticos. Disculpen mi osadía, señores académicos, pero me parece una actitud bastante cobarde el hecho de que la forma de evitar que se caiga en un error sea dejar de considerarlo como tal. Salvando las distancias, pero me van a permitir que realice una extremista comparación. Imaginen que, de repente, se multiplica exponencialmente el número de hombres que agreden físicamente a sus respectivas parejas. Nuestra seguridad estatal, o el organismo competente, no puede aceptar que en nuestro país se cometan tantas ilegalidades, así que decide que el maltrato físico al cónyuge esté tolerado y así se erradican de una tacada cientos de miles de delitos. Suena ridículo y completamente ilógico (y si a algún lector le parece realmente una solución adecuada le invitaría amablemente a abandonar este rincón virtual para no volver nunca más). Pues bien, esta irreal situación la veo bastante equivalente, insisto, salvando las distancias, ya sé que hablando o escribiendo mal no se le hace daño físico a nadie, tal vez simplemente a su oído o su vista pero no más, decía, me parece equivalente a las aceptaciones de la RAE.
¿Quieren casos concretos? Faltaría más, allá vamos. Solo. ¿Adverbio o adjetivo? Hasta hace no mucho se podía diferenciar su función por una tilde o su ausencia sobre la primera vocal. Ahora, aunque muchos seguiremos escribiendo la tilde cuando de un adverbio se trate incluso sin estar obligados a ello, tendremos que calentarnos la cabeza cuando leamos ese vocablo sin tilde y nos tocará investigar cuál es su función. Otra. ¿Saben ustedes lo que es un murciégalo? Sí, un murciéGaLo, ese mamífero con alas nocturno que se asocia con frecuencia a los vampiros. Vamos, lo que de toda la vida de Dios ha sido un murciélago. Pues bien, si por algún motivo usted, amable lector, tenía interiorizado el error de intercambiar la ge con la ele, ya no tiene que preocuparse, ya habla usted perfectamente, al menos esta palabra. Y así otras como toballa o almóndiga. ¡Manda uebos! (sí, también se acepta así).
Acabaré poniendo un último ejemplo que afecta a mi condición profesional. Exágono. No me pueden negar que acaban de sentir un dolor de ojos similar a una patada en los riñones. Pues, en efecto, también está admitido. Lo que disfrutaba yo bajando décimas en aquellos exámenes en que aparecía mencionado el polígono de seis lados sin la hache inicial, y resulta que ya no es lícita esa penalización, pues la ortografía es correcta. Y no se piensen que es algo tan nuevo, esta aberración la descubrí hace más de diez años, a lo cual añadiremos el tiempo que ya llevara en circulación. Mi único consuelo es que al escribir esta entrada he vuelto a buscar este delito en la web de la RAE y, aunque sigue estando aceptado a día de hoy, aparece como “artículo propuesto para ser suprimido”. Algo es algo, podré volver a penalizar como se merecen aquellos controles con este gazapo, pero el avance es inexistente si, a cambio de que la hache vuelva a ser obligada en este hermoso polígono, son ahora mis compañeros de Ciencias Naturales los que deberán morderse la lengua y contener sus ganas de penalización cuando en un examen algún pupilo les ponga como ejemplo de  mamífero volador un murciégalo.

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